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Banco de Galicia Campaign - July and August 2011 - IEO # Chronicle IV

Miércoles 3 de Agosto de 2011

Arribamos a Vigo el día 27 por la mañana, con una combinación de alegría por el día en tierra, de disfrute del sol típico del microclima vigués, de las viandas de los bares y restaurantes de la zona portuaria, y de tristeza por la separación de antiguos y recientes amigos.

Gran parte de la tripulación científica cambia, entre ellos los colegas del Acuario y de la Universidad de Santiago. En contrapartida, recibimos a nuevo personal, Rafa Bañón de la Xunta de Galicia y los habituales de las campañas INDEMARES, viejos colegas del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona y dos expertos malacólogos de las Universidades Autónoma de Madrid y Málaga. La participación de uno de ellos, el profesor Ángel Luque de la UAM, es especialmente emotiva, ya que fue profesor de algunos de los investigadores embarcados, entre otros del jefe de campaña. Estos dos expertos en moluscos ya habían estudiado el banco hace 24 años, en la expedición SEAMOUNT 1.

Partimos a las 10 de la noche, con peor tiempo, pues ha aumentado el viento y la altura de ola. Travesía movida.

El día 28 de julio comenzamos las tareas de la segunda parte, dirigidas a los muestreos con arrastres de fondo y pelágicos. La estrategia de muestreo consiste en estaciones multidisciplinares, muestreando a la misma profundidad con diversas artes, tanto de fondo como pelágicas, cuidadosamente diseñadas para distintos fines. Además del trineo fotogramétrico “Politolana”(utilizado en la primera parte de la campaña), en el estudio de los fondos se usan las dragas de roca (en sustratos duros); el bou de vara (dirigido a los invertebrados que viven sobre el fondo y pequeños peces); el arte de arrastre conocido como GOC dirigido a las comunidades demersales (cercanas al fondo) y especialmente a los peces; el trineo suprabentónico, especialmente diseñado para muestrear pequeños crustáceos próximos al fondo, que son de gran importancia alimenticia para los depredadores bentónicos y demersales, y, por último, la draga de fango (“mesobox-corer”), utilizada para el estudio del tipo de sedimento (tamaño de grano, contenido en materia orgánica) y de la comunidad endofaunal (la que vive enterrada en el sedimento).

Las artes de muestreo pelágico utilizadas son la red de plancton tipo WP2, destinada a la captura de zooplancton y fauna bentopelágica, y una red de arrastre pelágica dedicada a la captura de necton (peces, crustáceos y moluscos) y plancton gelatinoso (medusas, ctenóforos, salpas, etc.). El censo de aves y cetáceos lo realiza un observador de la SEO, Martí, equipado de prismáticos y libreta. Sus censos se realizan en los momentos en que el barco navega a más de 3 nudos. La información se completa con los datos hidrográficos obtenidos con una sonda CTD (que mide de forma continua la salinidad, la temperatura y la densidad del agua a diferentes niveles hasta 50 m por encima del fondo), que se larga durante las horas nocturnas siguiendo una malla que cubre el banco y las aguas adyacentes.

Existe controversia respecto al uso de artes de muestreo extractivas en estudios con fines de conservación, como el que nos ocupa. La filosofía de nuestro grupo es minimizar el impacto utilizando artes de menor tamaño, reduciendo el número de muestreos y limitarlos al mínimo necesario en las zonas con hábitats vulnerables. La información obtenida con estos métodos es imprescindible para caracterizar estos hábitats profundos (con frecuencia, las especies dominantes o características son de tamaño diminuto o imposibles de identificar sólo con fotografías o vídeos), y poder conocer la estructura y el funcionamiento de estos ecosistemas y las peculiaridades que los hacen merecedores de protección.

El B/O “Miguel Oliver” está equipado con una avanzada tecnología que permite controlar el funcionamiento de cada arte a diferentes profundidades. A pesar de ello, nuestro sistema para obtener información de las grandes profundidades sigue pareciéndose mucho a dar “palos de ciego”, como se dice vulgarmente, salvo que baje una cámara de televisión “en directo” a bordo de un vehículo submarino teledirigido como el “Politolana” o un submarino tripulado.

Pese a los sofisticados sensores situados a bordo y en algunas de las artes, es difícil saber en tiempo real si el arte trabaja adecuadamente, si tocó fondo (“hizo firme”) y lo mantiene, o si pescó o no pescó. Todas esas preguntas quedan resueltas cuando se iza a bordo, y los curiosos biólogos nos agolpamos sobre cubierta para ver las sorpresas que nos depara el lance. A veces, aparecen maravillas; otras, cunde la decepción al ver que el arte no pescó nada o casi nada, o que salió con cosas inesperadas: el GOC, prácticamente vacío de peces, pero lleno de coral. El mar, siempre misterioso, se resiste a revelar con facilidad sus secretos. Alguien comparó una vez nuestra metodología para estudiar las aguas profundas con la que utilizaría una nave extraterrestre para estudiar la Naturaleza en la Tierra, largando a ciegas por encima de las nubes una gran red que barriese el suelo y sus cercanías; cabe preguntarse qué idea se haría esa civilización extraterrestre sobre la vida en nuestro planeta. Al fin y al cabo, se sabe casi más de la Luna o de Marte que de los fondos profundos: el hombre ha pisado varias veces la Luna, pero sólo una vez, allá por 1962, dos hombres llegaron a más de 10.000 m en un batiscafo, y nadie ha vuelto a esas profundidades desde entonces; los más avanzados submarinos actuales no pueden trabajar a mucho más de 5.000 m.

En el primer muestreo del día 28 batimos el récord de profundidad del “Miguel Oliver” y, probablemente, de las campañas españolas del IEO, al realizar un arrastre de GOC en una playa sedimentaria a 1.700 m de profundidad. La muestra obtenida es de un interés enorme. Los expertos en taxonomía encuentran más de 10 especies de peces, crustáceos y moluscos que serán nuevas citas para aguas españolas; alguna especie no se había vuelto a encontrar desde su descripción hace más de un siglo. La composición faunística es muy diferente a la de las zonas menos profundas del banco, con una clara dominancia de las especies que se alimentan de la materia orgánica depositada en el sedimento, como las holoturias o pepinos de mar. Las de estas profundidades son de un tamaño relativamente grande y casi translúcido, debido a que buena parte de su cuerpo está formada por agua, lo que permite ver al trasluz su tubo digestivo repleto del sedimento que tragan para alimentarse.

El día 29, con el tiempo algo mejor, largamos el bou de vara a la misma profundidad, 1.700 m. El trabajo a estas profundidades implica una larga duración del lance (casi tres horas), debido a que hay que largar casi 3 km de cable para alcanzar el fondo, arrastrar e izarlo después. Entre las diversas especies encontradas, destacan unos grandes y bellos cangrejos rojos erizados de espinas (probablemente Neolithodes grimaldii), diversas especies de gorgonias, las predominantes holoturias y frágiles esponjas “de cristal”, con un delicado esqueleto formado por finas espículas silíceas que, junto a las sedas de los gusanos poliquetos y los fragmentos puntiagudos de las omnipresentes conchas de los pterópodos martirizan con frecuencia nuestras manos y ropa al separar las muestras. Curiosamente, las conchas de los pterópodos, unos moluscos gasterópodos de vida planctónica, constituyen, junto con los diminutos foraminíferos (protozoos) la mayor parte del sedimento a esas profundidades, que es, pues, de naturaleza orgánica y se acumula durante siglos. A la muerte del animal, la concha cae a través de la columna de agua hasta depositarse sobre el fondo, y la parte orgánica es consumida a lo largo de su caída o ya en el fondo, donde siempre hay animales (y bacterias) dispuestos a aprovechar ese alimento que les “llueve” desde arriba. Sorprendentemente, los malacólogos descubren que alguna de las especies cuya concha se ha encontrado probablemente ya no viven en las aguas de esta zona (son, por lo tanto, “fósiles”), lo que podría proporcionar pistas de los cambios a largo plazo en estos ecosistemas de profundidad.

Los dos días siguientes, 30 y 31, se trabaja a menos profundidad (700-800 m), muestreando con el GOC, el bou de vara, el trineo suprabentónico y la red WP2, lo que saca a la luz nuevas maravillas. Con la cámara submarina de video “Trawlcamera” incorporada a la relinga de flotadores pudimos recoger imágenes del GOC muestreando algunas especies como Hoplostethus mediterraneus y el tiburón Scymnodon ringens. El mar, aunque prácticamente en calma estos días, trata con dureza a los sofisticados artes de muestreo. Con cierta frecuencia se averían y hay que proceder a su reparación a bordo. El contramaestre José, con su equipo de marineros, se afana en mantener a punto las redes para cada lance. En esas tareas de zurcido destaca Inma, la investigadora responsable del trineo suprabentónico, que con su permanente sonrisa y sus trenzas parcialmente cubiertas por el casco de seguridad, zurce con hilo rojo y con habilidad las dos mangas de red del trineo; así se la ve a muchas horas, incluidas las nocturnas, mimando a su querido (y costoso) instrumento de muestreo. Pese a todos sus cuidados, el trineo suprabentónico se empeña en traer a bordo “algo” más que crustáceos: corales, holoturias, sedimento, e incluso una posible y bella nueva especie de nudibranquio (gasterópodo sin concha) capturado a más de 1.000 m. que hace felices a los malacólogos a bordo. Las boyas del GOC revientan en una de las inmersiones más profundas debido a la presión (más de 170 atmósferas a 1.700 m), y hay que regresar a Vigo la noche del 31 para sustituirlas.

El día 1 se pasa en Vigo, buscando los repuestos y aprovechando el tiempo en tierra para estirar las piernas. Los malacólogos se hacen con una malla adecuada, con las que el jefe de máquinas, Miguel, y su equipo confeccionan unos tamices que facilitan el procesado de las muestras. Buena parte de la tripulación científica cruza la ría de Vigo a Cangas, para pasar el día al otro lado. A las 8 de la tarde el “Miguel Oliver” se hace de nuevo a la mar en dirección a nuestro destino permanente en estos días, el banco de Galicia. La sobremesa de la cena se prolonga hasta altas horas en una amena conversación con varios tripulantes, antiguos pescadores en mares lejanos, en la que se trata el pasado y el futuro (incierto y difícil) de la pesca. Finaliza con un aplaudido recital de canciones populares y habaneras a cargo del contramaestre, José, y del camarero, Celso, entre las que destaca una suerte de “Himno de Cangas” que interpretan ambos cangueses. Si algo hay que resaltar en este viaje es la magnífica convivencia a bordo: la tripulación del barco se esmera en su amabilidad hacia la tripulación científica temporal, ayudándonos en cuanto necesitamos, y siempre con una sonrisa y unas palabras gratas. Hasta el capitán, Luis, que ejerce la máxima responsabilidad, es frecuentemente visto trabajando en cubierta codo con codo con el resto de la tripulación. Una de las piezas fundamentales de este barco, como es norma general en la mar, es el cocinero Vicente, responsable de nuestro bienestar físico y anímico. El mar, o mejor dicho, nuestro amor hacia él, hecho como todos los amores de buenos y malos momentos, nos une a todos en un lazo fraternal. Cada día aprendemos unos de otros, aislados del resto del mundo por esta inmensidad azul a la que no se le ve el límite.

El día 2 comienzan los muestreos hacia las 11 de la mañana, y finalizan a última hora, tras haber largado el GOC, el bou y el trineo, de nuevo a profundidades cercanas a los 1.700 m. Los “de peces” (los ictiólogos Rafa, Juan Carlos y Cristina, y la estudiosa de la dieta de los peces, Izaskun) insisten en llevarnos a los abismos, a la búsqueda de nuevos hallazgos que compiten entre sí en su aspecto extraño y monstruoso (los peces). Aprovechando el intervalo de tiempo y la mar en calma, muchos de nosotros subimos al puente, para otear a la busca de cetáceos. La suerte nos premia con un grupo de delfines comunes ¡y un par de cachalotes! Martí, nuestro ornitólogo embarcado nos da cuenta de las aves que los que trabajamos “abajo” nos perdemos: pardelas, paíños, gaviotas sombrías, charranes, alcatraces y algún que otro falaropo.

Cuando el arte llega a bordo, la muestra recogida sufre un largo proceso, durante el cual se separan a mano las especies de mayor tamaño, se tamiza el sedimento obtenido a través de diferentes mallas, se identifican, anotan y fotografían las especies, se cuentan y pesan los ejemplares de cada una, se etiquetan, se anestesian (en su caso) y, finalmente se fijan en alcohol o formol, y se guardan para estudios posteriores en tierra. Aunque las muestras de los días 2 y 3 no son especialmente ricas, hay trabajo para todos, especialmente para Pilar y Carmen, que no dan abasto y son las que habitualmente “cierran y apagan la luz” del laboratorio húmedo.

Entre los hallazgos de estos días destacan algunos peces de aspecto sorprendente, como el pez trípode (Bathypterois), que descansa apoyado sobre los larguísimos radios ventrales de sus aletas a cierta distancia del fondo, esperando una presa propicia; algunos “peces lagarto” (Halosauriidae); otros similares a pequeñas anguilas (Synaphobranchus), el pez globo rojo (Chaunax pictus) y otros con desmesuradas y dentadas fauces, como Eurypharynx (“faringe grande”) o Saccopharynx (“faringe de saco”). Todos ellos son capaces de engullir presas de un tamaño casi igual al suyo (gambas y otros peces), que almacenan en sus enormes estómagos dilatables. Pese a su imponente aspecto, estos peces de profundidad no suelen alcanzar más de 30 cm, con la excepción del gran pez llamado “talismán” (Alepocephalus, hasta 80 cm y tres kg), que se alimenta de plancton gelatinoso y que llenó la red de escamas y de grasa (que posiblemente almacena en sus tejidos para mantenerse a cierta profundidad sin gastar energía en la natación). Las presas a esas profundidades no son muy abundantes, y un pez debe aprovechar todo lo que encuentra para mantenerse vivo, aunque sea casi más grande que él; un ejemplar de Synaphobranchus kaupi se tragó, probablemente mientras venía en el copo, una gamba de casi dos tercios de la longitud del pez.

A gran profundidad, el ciclo de vida de los animales transcurre muy lentamente, con un crecimiento y una madurez reproductora lentos, lo que hace estos hábitats muy sensibles al impacto de la pesca. Entre los crustáceos, que trabajan Vanessa y Joan, destacan diversas especies de “gambas rojas” que constituyen el alimento de muchos peces, los grandes cangrejos espinosos litódidos, y diversas especies de cangrejos anomuros de largas pinzas asociadas a los corales. Destacan también los enormes picnogónidos del género Colossendeis, que es uno de los ejemplos de gigantismo entre los animales que viven a gran profundidad: son de 20 a 30 veces más grandes que sus congéneres de aguas someras. Sin embargo, los fondos sedimentarios de la zona somera oriental del banco son relativamente pobres; aparecen sólo unas pocas especies, de las que algunas de pequeño tamaño son predominantes.

Los fondos, formados principalmente por restos de pterópodos y foraminíferos, están caracterizados por la abundancia de una pequeña ofiura, en proceso de identificación, un vistoso coral solitario de pólipo morado (Deltocyathus), los frágiles corales abanico (Flabellum) y un diminuto bivalvo de menos de 5 mm (Limopsis). En contraposición, la columna de agua parece mantener una comunidad más rica, con abundancia de crustáceos. Esta aparente paradoja es una de las preguntas que se trata de responder con campañas como la que estamos realizando.

Tras un largo día de trabajo, nos vence el sueño, y dormimos mecidos por el suave vaivén de las olas para reanudar la tarea al día siguiente.

Seguiremos informando próximamente del desarrollo de la segunda parte de la campaña.

Saludos desde este Océano Atlántico y revolucionario.

(Posted August 8, 2011)

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