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Campaña Chimeneas de Cádiz - Febrero 2011 - IEO # Mensaje 2

Buscando fauna entre los sedimentos ©IEO

Mensaje 2

La salida esta prevista para las 07:00 de la mañana. Creo que todos hemos dormido hoy a pierna suelta. Cuando regresamos al barco, tras nuestro paseo nocturno por las históricas callejuelas gaditanas, todos caímos rendidos en la cama. Era el comentario general esta misma mañana cuando nos volvimos a reencontrar en la Cámara, lugar que sirve como comedor y sala de estar. Caras de sueño y no demasiadas palabras sin antes atizarle al cuerpo una buena taza de café con leche y unas tostadas de pan recién hecho a bordo. El Jefe de Campaña, Luis Miguel Fernández Salas, ya se paseaba por cubierta habiendo desayunado, cuando todos comenzamos a asomar las cabezas por la puerta de nuestros camarotes. Pero, ¿qué come este muchacho para tener tanta energía? ……. Se lo tengo que preguntar cuando tenga la oportunidad, aunque también he de saber las cantidades que ingiere pues creo que la barriga ya se le está saliendo por encima del cinturón.

La vida a bordo me esta empezando a resultar interesantísima. Siendo la primera vez que embarco en una campaña científica, todo me parece alucinante. Desde la disposición de los camarotes y el confortable acomodo que hay para todas las personas que embarcamos, hasta el orden de todas las cosas y la puntualidad con la que cada cual esta en su lugar. El Jefe de Campaña me ha alojado en un camarote doble -de lo que deduzco que en la segunda parte de la campaña estaré acompañada de otra investigadora- que se encuentra en la primera cubierta, donde están todos los científicos. En la segunda cubierta se encuentran los camarotes del Capitán y los oficiales del buque y más arriba está el puente de gobierno. Tengo mi ordenador personal en una pequeña mesita desde la que escribo, junto a un portillo por el que entra el sol a raudales. El camarote es amplio y tiene un cuarto de baño particular con acceso desde el interior del propio camarote. Vamos, para mi esto es como primera clase en un crucero.  Por el portillo puedo ver la cubierta de estribor -los marinos utilizan esta palabra para referirse al lado derecho del barco, siempre que te encuentres mirando a proa, o sea, hacia la parte de delante del barco, …… ¡confío poder aprenderme todas estas palabras un tanto crípticas para mi!-. Junto al mamparo de estribor hay una lancha para utilizarse en el supuesto de abandono de buque. Ya he visto que es mi lugar de evacuación en caso de alarma. Compruebo que tengo mi chaleco salvavidas en el armario, en perfecto estado de revista y mi mascarilla de oxígeno para el caso de alarma de incendios. Las normas de seguridad, perfectamente aplicadas.

A las siete en punto soltamos amarras y el barco comienza a maniobrar dentro de la dársena del puerto de Cádiz. La ciudad está amaneciendo y todavía no se atisba la luz del sol a pleno rendimiento. El brillo de la bóveda celeste recorta el perfil de la ciudad y sospecho que esto me va a dar la oportunidad de hacer fotos bonitas. A medida que el barco sale por la bocana del puerto, me voy quedando más maravillada de la hermosura que tiene este paisaje marino, desde el que se contempla el perfil de la bahía, con un interminable rosario de lucecillas que perfilan el borde del mar. La ciudad de Cádiz parece una fortificación que lucha por conservar su perímetro urbano ante los embates de la mar, que debe de castigar con furia esta especie de buque arquitectónico varado que se adentra osadamente en el Océano Atlántico. Precioso de verdad.

La maniobra ya se ha completado. El Capitán da las últimas instrucciones al personal de cubierta a través de los altavoces y ya navegamos a toda máquina para poder estar en el primer punto de muestreo cuanto antes. Luismi ya está dando instrucciones para que el sacatestigos esté armado antes de  llegar a la estación. La tripulación arrancha todos los enseres que han utilizado mientras permanecían amarrados a puerto y los científicos empiezan a tomar posesión de sus puestos en los laboratorios y en cubierta, preparando el material que han de comenzar a utilizar en los próximos minutos. Trajes de agua y cascos, botas de seguridad reforzadas en la puntera, gafas de protección para los que trabajen con mangueras -que curiosamente le llaman “el caballo”-, lavando las muestras de sedimento y roca. Esto parece la NASA. Los cascos con el logotipo del Proyecto LIFE que adorna todas las esquinas de los laboratorios, de manera que las fotografías que se tomen registren el nombre de uno de los patrocinadores de esta campaña que aporta el 50% de los gastos totales de la investigación. El otro 50% lo aporta el Instituto Español de Oceanografía. No os miento cuando digo que los gastos de estos trabajos son verdaderamente espectaculares. Solamente a modo de ejemplo, os diré que el coste del buque por día asciende a un total de 7000 euros.

A las 09:30 estamos en el punto de muestreo para extraer un testigo de gravedad con un equipo que los técnicos del proyecto INDEMARES/CHICA acaban de modificar, reduciendo la longitud del tubo y mecanizándolo con un nuevo sistema de seguridad. La verdad es que se nota un cierto nerviosismo por comprobar que el equipo funciona. Luismi mira de reojo constantemente a Curro López, encargado de las mecanizaciones, sin soltar una palabra, barruntando la posibilidad de que el “pirulo” -como le llaman coloquialmente- no vaya a funcionar.

De repente notamos que el buque reduce la velocidad y en pocos minutos observamos que realiza una maniobra en redondo. Cambia de rumbo y comienza a detenerse. En ese instante, a barco parado, se escucha la voz del Capitán por los altavoces de cubierta: “Personal de cubierta. Estamos en el punto. Maniobra de arriado de sacatestigos”. Se inicia entonces una maniobra en la que a penas se oye una sola palabra. El Contramaestre, “Chapela”, es el único que da instrucciones en el preciso momento. Todos los marineros saben lo que tienen que hacer. Los científicos permanecen en sus lugares a la espera de que el pirulo salga por la borda y comience el arriado hasta que colisione con el fondo marino. Un ligero escalofrío parece recorrer la espalda de Luismi, aunque no se sabe si es por el fresco matutino o por el riesgo de la operación. El Jefe se la juega con el pirulo de marras pues ha sido él quién ha propuesto el lugar de muestreo apostando por el éxito seguro. El punto de muestreo, según él mismo asegura, es muy interesante pues nos ofrece la posibilidad de comprobar el nivel en el que se encuentra el gas procedente de los depósitos del río Guadalquivir, al tiempo que nos permitirá datar la secuencia de depósitos más recientes. Así conoceremos la historia reciente de la vida del río más importante de Andalucía.

A las 09:41 se escucha la voz potente de Chapela que grita: “FONDO”. Una voz responde desde el puente: “Enterado. Fondo”. Comienza la operación de virado del sacatestigos -así llaman a la operación de subir el aparato desde el fondo del mar- momento en el que aumenta la excitación. Cuando asoma la cabecilla por la superficie del mar, comienzan los gritos de alegría de los geólogos que permanecían ensimismados con la vista fija en el cable del que pendía el aparato. Luismi y Curro sonreían a  placer: “Viene cargado, Curro. Viene cargaíto hasta la cabeza”. Yo trataba de entenderlos pues lo único que se veía era una ligera mancha de fango en superficie que se dispersaba por alrededor de los plomos del sacatestigos. Efectivamente. Una vez que el sacatestigos descansó sobre su cama, en la cubierta del barco y se extrajo la camisa, pudimos comprobar que ese megadardo se había hincado en el fondo del mar con una furia solamente igualable a las ansias de conocimiento que tienen estos científicos con los que voy a compartir una de las experiencias científicas más interesantes desde que me he licenciado.

Una ligera avería en la máquina, inoportuna e indiscreta, por el emocionante  momento en el que se presenta, nos marca el primer contratiempo. El Capitán asegura a Luismi que es un asunto de menor importancia pero que nos limita la capacidad de maniobra, así que habría que modificar el plan de campaña mientras no se arregle. El Capitán propone regresar a puerto para recoger la pieza de repuesto pero, cuando navegamos rumbo a Cádiz nos dan la sorpresa de que el personal de máquinas ha podido resolver el problema y podremos mantener el plan tal y como había sido concebido. Alegría y alboroto a bordo. Los científicos dan gritos de alegría y nos vamos a tomar un cafelito mientras no llegamos al segundo punto de muestreo: el diapiro de Albolote.

En este lugar tienen un reto importante que encarar. La cuestión reside en resolver si el diapiro de Albolote aloja, además, un volcán de fango por el que se escapa el gas metano o, si bien, consiste en un simple diapiro sin actividad relacionada con la expulsión de fluidos hidrocarburos. La cuestión no es baladí, pues si se trata de un volcán de fango, entonces puede alojar un habitat 1180, pero si no hay gas entonces nos podemos ir a otro lugar porque aquí ya no tenemos nada que hacer. En esta expedición solamente se buscan puntos en los que pueda haber un habitat 1180, o sea, donde haya “estructuras relacionadas con la expulsión de gases”, así lo establece el Manual de la Red NATURA 2000, algo así como la Biblia para estos investigadores del Proyecto LIFE.

El más implicado en esta segunda estación es Juan Tomás Vázquez -Tomás para todos nosotros-, aunque le sigue a la zaga la Investigadora Titular y especialista en Sedimentología y Geoquímica, Dra. Nieves López. Mantienen una discusión con el Investigador Principal del Proyecto, Dr. Víctor Díaz-del-Río, quien defiende, desde la campaña que han realizado en junio del año pasado ocasión que tuvieron para muestrear por primera vez el diapiro, que la cumbre esta coronada por un volcán de fango, opinión apoyada en el aspecto que tenían los sedimentos extraídos en aquella campaña. Ahora tendremos la ocasión de comprobar si este experimentado y vetusto Investigador Senior, tenía o no tenía razón.

Lo primero que hacen es utilizar de nuevo el sacatestigos para ver si obtienen el mismo éxito que en anterior ocasión, a pesar de que, presumiblemente, el fondo será bastante más consistente que en la desembocadura del río Guadalquivir. La respuesta no se hizo esperar demasiado tiempo pues la sonrisa de Tomás, que cruzaba su cara de lado a lado, no podía ser más expresiva: “Es un volcán de fango”, le comunica a Luismi y a Nieves para que tomen nota y se registre así en el cuaderno de campaña. La “prueba del algodón” consiste en encontrar lo que se denominan brechas fangosas, que es una especie de cubitos de fango endurecido por causa de la precipitación de carbonatos en el interior del fango. Vista la naturaleza del relieve, vuelcan toda la artillería sobre la cumbre del volcán y sus alrededores. Se despliegan todos los sistemas de muestreo y se finaliza con arrastres de pesca demersal para conocer con más detalle la fauna que habita en este lugar tan singular.

Impresiona ver como se van sustituyendo en las maniobras los geólogos, los bentólogos, los especialistas en recursos demersales, y cada cual sin estorbar al anterior ni al siguiente. Cada uno coopera con cada cual y todos aportan su esfuerzo al objetivo común. Un ejemplo de coordinación y cooperación. Estoy sorprendida por la compenetración que tiene este equipo de científicos y la eficiencia que manifiestan tener a bordo. No es fácil, desde mi punto de vista, mover a 20 especialistas en distintas materias científicas y coordinar sus actividades a bordo, utilizando cada uno de ellos metodologías de trabajo diferentes. Un día con esta gente es un curso académico completo. Impresionante.

Como el cuerpo humano no se alimenta de solamente de aire, comienzan allegar los olores de la comida que se esparcen por la cubierta del barco y que se hacen particularmente perceptibles en la mesa de trabajo que hay en la banda de estribor,  vaya, ¡justamente al lado de la cocina! No hay derecho a esto. Aunque no os lo podáis creer, el almuerzo a bordo se sirve en dos turnos: a las 11:00 y a las 12:00 de la mañana. Cuando me anunciaron que yo tenía el turno de las 11 horas, casi me quedo patitiesa ….. pero, ¿cómo se puede comer a las 11 de la mañana? Pues la respuesta, al igual que en La Vida es Sueño, la hallé viendo como el hambre iba creciendo con los aromas que el cocinero esparció. No os miento. A las 11 de la mañana, después de llevar levantada desde la siete en punto, teníamos un apetito tremendo. Yo creo que como no me controle, voy a bajar de aquí rodando por el portalón. De verdad. Creo que voy a proponer a Nature House que ponga un chiringuito a bordo para controlar el progresivo incremento de masa que experimentan los científicos desde el mismo momento que embarcan.

Agarraos porque la cosa no tiene desperdicio. Recuerdo: 11 de  la mañana. Comedor de la Cámara. Las dos mesas llenas de comensales. Algunos proponían a otros cambiar de turno porque ya tenían apetito y los olores perforaban el estómago. Yo que había estado un poco mareada, pensé que jamás sería capaz de comer absolutamente nada. Pero mi cerebro no fue capaz de engañar a mi estómago. Cuando terminé de almorzar sentí cargo de conciencia por lo que había comido. Como siga así, voy a tener de estar de acuerdo con Luismi quien me recomendó antes de embarcar que llevara ropa suelta y cómoda. Ya lo entiendo. Sí, sí. Ropa suelta, no …… ¡tres tallas más! Bueno, pues veréis: de primer plato, judías pintas con jamón, de segundo plato rosada a la plancha con un poco de ensalada, de tercer plato unos filetes de pechuga de pavo con patatas fritas. Para compensar, nos ofrecieron de postre un ligerito yogourt de macedonia de frutas. Yo creo que nadie comprobó si compensaba. Lo que si pude comprobar es que cuando salimos a cubierta para seguir trabajando el buque se escoró unos cuantos grados por culpa de la carga acumulada en la banda de estribor, hasta el punto de que el Capitán recomendó que los que habían almorzado en el primer turno se distribuyeran de manera equitativa por la cubierta del barco y que no se concentraran en una de las bandas. Tremendo.

Mientras almorzaban los del segundo turno el barco estuvo arrastrando con el arte demersal. Así que cuando todos terminamos de comer, el trabajo se nos vino encima. La cantidad de especies que empezaron a desfilar por la mesa de trabajo fue una cosa espectacular. Nunca había imaginado que se pudiera hacer semejante trabajo en tan poco tiempo. La velocidad a la que los biólogos identifican y clasifican las especies que vienen en el arte es verdaderamente prodigiosa. Tienen delante de ellos lo que denominan “las claves”, que consiste en un catalogo taxonómico de todas las especies del mundo, clasificadas por regiones. La verdad es que casi ni lo miran, pues la experiencia hace que todos conozcan cada especie como si fuera un amigo de toda la vida.

Al anterior arrastre le sucede otro a continuación, y a este otro un tercero con un sistema que se denomina beam trawl, o arte de bolos. Nombre gracioso para un par de patinetes unidos por una barra que sostiene una red que parece flotar sobre el fondo marino. Este sistema pone particularmente contento al Dr. José Luis Rueda Ruíz, especialista en Bentos marino que se ha incorporado recientemente al Instituto Español de Oceanografía. La cantidad de trabajo es ingente. Cuando hay que finalizar las maniobras en cubierta, porque la jornada laboral ha finalizado, entonces los científicos siguen procesando las muestras que han ido quedando acumuladas en diversas cubetas y cuyo procesado es mucho más lento. Hay que lavar el sedimento, tamizarlo, separarlo y clasificarlo, separando aquellas especies que puedan resultar más delicadas o singulares. Un trabajo de chinos para el que consumen el tiempo hasta llegar a altas horas de la noche. Un trabajo agotador. Los científicos caen rendidos en sus camastros al terminar la jornada. Unos tratan de evadirse viendo alguna película en video. Otros tratan de leer en sus camarotes y muchos son los que se han reunido en animada tertulia analizando las anécdotas que han acontecido a lo largo del día.

Una de las que más sensación ha causado, particularmente a los que nos hemos embarcado por vez  primera en el Cornide de Saavedra, es el de la comida a bordo. Esto nos hace reír muchísimo pues Luismi, siempre con esa gracia andaluza y el punto gaditano que tiene, comenta que él controla muy bien lo que come y que siempre se pone a plan a bordo -aunque no especificó si de adelgazar o de engordar-, razón por la que suprime de su dieta la ensalada del segundo plato, de esa manera compensa lo que come. Muy bien. Creo que hoy se lleva un par de kilos más a la cama.

A pesar de que os pueda resultar extraño, en la cena volvimos a rendir cuentas de todo lo que nos sirvieron. Yo creo que mis padres no me van a conocer como esto siga así. Aquí se cena a las seis y siete de la tarde. Son los dos turnos. De primer plato una crema de calabacín muy digestiva. Riquísima. De segundo un filete de pez espada, “pehpᔠen auténtico gaditano, con ensalada y un ali-oli presumiblemente suave, y de tercero una ternera asada muy jugosa. De postre unas peras de agua muy digestivas, pero algo maduras. Algunos dijeron que estaban más duras que las piedras que salieron del Albolote. A Tomás le gustaron.

Juan Tomás Vázquez Garrido, es Doctor en Geología por la Universidad Complutense de Madrid. Se incorporó al Instituto Español de Oceanografía después de pasar unos años en el Instituto Geológico y Minero de España y, posteriormente, en la Facultad de Ciencias del Mar y Ambientales de la Universidad de Cádiz. Es un científico con dilatada experiencia y muy afable. Pertenece al Grupo de Investigación de Geociencias Marinas (GEMAR) ubicado en el Centro Oceanográfico de Málaga, con sede en Fuengirola. Su especialidad es la Tectónica, donde sigue impartiendo magisterio entre sus propios compañeros, cosa que reciben con satisfacción. No hay lección que se desaproveche ni comentario suyo que no sea para poner la puntilla, o la apostilla, a algo que se haya escrito de tectónica.  Hombre de pocas palabras, meticuloso y muy trabajador, está siempre dispuesto a dar alguna lección sobre lo que se haga a bordo. Su proximidad al alumnado de la Universidad le ha hecho ganar el respeto y cariño de cuantas personas han sido alumnos suyos. Oculta su rostro detrás de una barba negruzca muy poblada y escruta al contertulio a través de unas gafas que se empañan, de vez en cuando, por el contraste de temperaturas entre el interior y el exterior del barco. Hoy está especialmente contento porque, por fin, han recogido la prueba que demuestra que, efectivamente, hay un volcán de fango en la cumbre de Albolote. Lo cierto es que el topónimo se lo ha endiñado él mismo en honor al pueblo donde nació. Nada mejor que el nombre de su pueblo para una estructura tectónica prominente, que expulsa gases a mansalva, ¡aunque suene y huela fatal!

Dejamos la larga noche para que se incorporen Curro y Laura a la tarea de realizar perfiles acústicos con el sistema ADCP, que ya os contaré como se emplea y en que casos se utiliza, y muestrear con el CTD en las 98 estaciones que el investigador Ricardo Sánchez Leal ha diseñado para esta campaña. El bueno de Ricardo se ha tenido que quedar en tierra porque su mujer está a punto de dar a luz su primera criatura, así que lo echamos de menos a bordo pero comprendemos esta razón de fuerza mayor. 

(Publicado 18 Febrero 2011)

Volcan de fango Albolote 2011 ©IEO
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